
Vivimos en un tiempo lleno de anacronismos al que denominamos “contemporaneidad” donde la amistad convive con la extrañeza de los otros, los semejantes, que se revelan paradójicamente como lo más ajeno a nosotros mismos. Un mundo interconectado donde los objetos gadget más que mediatizar las relaciones con los otros las imaginariza convirtiéndolas en virtuales al quitar el cuerpo del contacto real con el otro, disparando un mundo irreal donde las relaciones se multiplican pero en los “amigos” de la PC, quitando el peso y la angustia que produce el contacto entre los cuerpos. En este mundo imaginario la escuela – para muchos chic@s – se convierte en la única salida al encuentro con los otros, lo que resulta una situación compleja.
Sabemos que los grupos de pertenencia son lugares de acogida y socialización, también que son especialmente importantes en este tiempo donde en la pubertad – adolescencia se atraviesa sin ritos de paso y con el agravante de que los padres (cuando se ocupan) han confundido su función de acogida en el Amor por una práctica de control realizada con la vasta cantidad de objetos gadgets que ofrece el mercado. Ahora… si los grupos de pertenencia se reducen a lo escolar y la escuela no es un lugar que se ocupa de lo singular de cada chico, los conflictos entre los compañeros pasan a ser superlativos.
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