En el artículo anterior planteábamos algunas cuestiones generales con relación a la adolescencia en nuestra época. Señalamos la función del ritual de pasaje —la ausencia de éste en nuestro tiempo— y las patologías de época que se relacionan en su mayoría al consumo.
Se hace necesario plantearse —en relación a los agrupamientos juveniles— si existe diferencias entre lo que hoy se denominan tribus urbanas y las gangs bands; cuáles son las diferencias, y las perspectivas de trabajo con cada una de ellas.
Un primer punto a tener en cuenta es que las tribus urbanas son herederas directas de los modos de agrupamiento adolescente que existen desde hace mucho tiempo, y tal como sucede en décadas pasadas provocan temor a los adultos porque generalmente los adolescentes provocan esa sensación en los adultos.
Pertenecer a una tribu urbana es ser parte de un lazo social a partir de un rasgo común por lo que podríamos decir que el agrupamiento en tribus o grupos más chicos es un signo de cierta normalidad en los adolescentes. Ser parte de una tribu implica el uso de determinados códigos, signos estéticos de pertenencia como la ropa, pelo, imagen corporal, consumos, etc. La Tribu se convierte en un lugar de semejantes, en este sentido tendremos sujetos que ubican en algún semejante la figura de modelo a seguir, objeto de amor, rival (en lo interno de la tribu o en otra tribu) y finalmente ayudante. Todas estas identificaciones son pasibles de ir a los extremos del amor—odio ya que se ubican en lo que se denomina eje Imaginario, y que si bien por un lado el otro—semejante puede producir calma, por el otro puede producir una experiencia contraria, siniestra, angustiante, en tanto quien actuaba como un igual se convierte en alguien distinto produciéndose el desconocimiento y la inquietud que esto puede despertar.